Ambos equipos jugarán hoy en el estadio Pascual Guerrero a partir de las 6:20 p. m.
¡Ojo pues, mi gente! Cuando hablamos de fútbol en Cali, no hay nada que mueva más corazones que el clásico entre América de Cali y Deportivo Cali. Ese partidazo, mi llave, no es solo fútbol; es barrio, es tradición, es historia viva de nuestra amada sucursal del cielo.
Desde ese lejano 1931, cuando estos dos gigantes se vieron las caras por primera vez en el estadio Galilea, el Clásico Vallecaucano se convirtió en un evento que paraliza la ciudad entera. Esa vez ganó el Cali 1-0, pero el partido quedó manchado de polémica y bronca, tanto así que al América lo suspendieron un año. ¡Una locura, parceros!
Ya en 1948, cuando arrancó el fútbol profesional en Colombia, la rivalidad cogió más vuelo. El primer clásico profesional terminó 4-3 a favor del Cali, pero el América, como buen luchador, no se quedó callado y se desquitó en la vuelta ganando 1-0. Desde ahí, esa tiradera entre verdes y rojos no ha parado.
En los años 50 y 60, el Cali fue el que mandaba, ganando títulos y dejando huella. Pero los nuestros, los diablos rojos, siempre estuvieron ahí metiéndole garra, representando a los barrios, al pueblo, a la esencia de Cali. Para 1961, América nos regaló una goleada inolvidable: 5-0 en la cara del vecino. ¡Qué sabor, compadre!
Ya en los 70, el Cali seguía pegando duro en títulos, pero no todo era fiesta para ellos. El clásico cada vez se ponía más bravo, más peleado. Y luego, llegó la mejor época para el mechita: los 80. Ay, mijo, esos años sí fueron gloriosos. Con el profe Ochoa Uribe, América se volvió el papá del fútbol colombiano y le sacó la roja a todo el continente.
En 1985, América se coronó campeón dejando atrás al Cali en las finales, sumando gracias a los puntos de bonificación. Y no contentos, en el 86 llegó el histórico pentacampeonato, donde también le pasamos por encima al vecino. ¡La gloria, parcero, la gloria!
En Libertadores también hubo roce. En el 87, nos empatamos en fase de grupos y nos fuimos a un desempate a muerte. Después de un 0-0 sufrido, América los mandó a casa en los penales. Así, sin llorar.
Los 90 fueron años de dientes apretados. En el 92, América se coronó campeón venciendo al Cali en el último partido. Eso fue un carnaval en toda la ciudad. Pero ojo, que en el 96 los verdes rompieron su sequía de títulos empatándonos en una final apretada. Así es este clásico: hoy ríes, mañana lloras.
Durante esa década, nos vimos las caras ¡60 veces! América ganó 24 partidos, el Cali 13 y empatamos en 23. El fútbol vallecaucano mandaba en Colombia y, muchas veces, también en Sudamérica.
El nuevo siglo trajo de todo. Alegrías, tristezas, y sí, también tragamos amargo cuando nos tocó bajar a la B en 2011. Fueron años duros, parceros, donde el clásico se jugaba en Copa Colombia, pero nunca dejamos de ser grandes. Y como todo campeón, América volvió, y volvió con hambre en 2017, para reactivar con toda la candela este clásico eterno.
Hoy, el clásico sigue tan bravo como siempre. Se han jugado 304 partidos en liga: 111 victorias pa’l Cali, 98 pa’ nuestro amado América y 95 empates. La diferencia no es mucha, y eso demuestra que este duelo es puro equilibrio, pura pasión.
Internacionalmente, este clásico también tiene su chapa. World Soccer Magazine lo puso en el puesto 35 de los clásicos más bravos del mundo, y FourFourTwo en el 40. Hasta la FIFA reconoce que lo que se vive en Cali no se ve en cualquier parte.
¿Y cómo no va a ser así? Si aquí se enfrentan dos mundos. El América, con su rojo que late en el corazón del pueblo, y el Cali, con su verde de tradiciones más gomelas. Dos hinchadas que sienten el fútbol en la piel, que llenan el Pascual o el Palmaseca, que convierten un partido en una verdadera fiesta o en una batalla campal de emociones.
Hoy, tanto América como Cali mantienen viva esa llama. En cada clásico, no importa quién llegue mejor en la tabla, todo puede pasar. Porque aquí no se juega solo fútbol, aquí se juega la honra, el barrio, el orgullo de toda una ciudad.
Así que ya saben, parceros: cuando ruede la pelota en el Clásico Vallecaucano, ¡a ponerse la roja en el alma y a alentar como verdaderos diablos! Porque este clásico no se juega, se siente.
Gabriel Ochoa Uribe, leyenda de América de Cali; DIAblini lo recuerda