La historia de un hombre, un susurro de rabia y el peso de una promesa eterna.
¡Ay, mi Dios bendito! ¿Cómo se explica que un equipo tan grande, tan poderoso, tan lleno de historia y pasión como el América de Cali, se le haya escapado entre los dedos la Copa Libertadores no una, ni dos… ¡sino cuatro veces!? Y es que esa tercera final, la de 1987, esa que perdimos faltando 8 segundos, todavía nos arranca lágrimas y suspiros a los que llevamos al equipo en el alma. ¡Ocho segundos, parcero! Eso no es tiempo, eso es un parpadeo… y aun así, ahí se nos fue la gloria.
Dicen que hay cosas que no se explican con táctica ni estadísticas. Que hay fuerzas invisibles, cosas que uno no ve, pero que se sienten… como un peso encima, como una cadena que arrastramos. Y ahí es donde aparece él: Benjamín Urrea, el hombre al que todos conocimos como ‘Garabato’.
Nació en 1912, en la cálida Palmira, pero su corazón siempre latió al ritmo rojo del América. Fue odontólogo, sí señor, pero también fue uno de los fundadores del equipo en sus años de aficionado, cuando esto era puro corazón, puro guayo en polvo y sin un peso. Le decían el ‘Flaco’, le decían ‘Varilla’, pero el nombre que quedó marcado en fuego fue: ‘Garabato’.
DIAblini contando la historia de ‘Garabato’ | Foto: América Play / IA.
Amó al América con locura, pero no soportó verlo profesionalizarse. Eso le dolió más que una derrota. Se dice que cuando se enteró que Humberto Salcedo, el famoso ‘Salcefer’, había metido al equipo a la Dimayor, soltó la frase que heló la sangre: “¡Que lo vuelvan profesional, que hagan lo que quieran… que, por mi Dios, América nunca será campeón!”. Y ahí nació la ‘maldición de Garabato’.
Hay quienes dicen que lo que maldijo fue a los dirigentes. Que fue por un cobro de $ 200 de la época por unos uniformes. Otros juran que fue echado como un perro del club, y que en una cantina del centro, entre botellas y lágrimas, alzó una de aguardiente y lanzó el conjuro más doloroso de nuestra historia. Esa última versión la contó él mismo, en carne y hueso, en una entrevista con El Colombiano en 1979.
Pero también hay redención. Ese mismo año, ‘Garabato’ volvió al Pascual Guerrero. Se celebró una misa en la gramilla. Hubo perdón, hubo lágrimas, y se firmó un documento donde se rompía oficialmente la maldición. ¿Y qué pasó ese año? ¡Pues que América fue campeón por primera vez, papá! La mechita al fin alzó la copa del fútbol profesional colombiano. Y al año siguiente, hasta exorcismo le hicieron, con periodista y cantante incluidos.
DIAblini contando la historia de ‘Garabato’ | Foto: América Play / IA.
Pero hay algo que todavía duele. Porque en Colombia ya fuimos campeones. ¡Vaya que sí! Quince veces, para ser exactos. Pero la Libertadores… esa bendita copa se nos escapa una y otra vez. ¡Como si hubiera una mano invisible que la empuja lejos! Llegamos a la final en 1985, 1986, 1987 y 1996. En esa del 87, hermano, estuvimos a 8 segundos… ¡OCHO! Y nos la quitaron de las manos.
La gente vuelve a hablar de la maldición. Que si el conjuro sigue vivo, que si ‘Garabato’ no fue perdonado del todo. Pero lo que sí sabemos es que cada final perdida duele como si nos abrieran el pecho. Y cada vez que vemos esa copa brillando en manos ajenas, sentimos que hay una deuda que solo el Diablo puede saldar.
‘Garabato’ murió el 5 de enero del 2008, en un ancianato de Cali. Se fue en silencio, pero su historia quedó tatuada en el alma americana. Porque más allá de la maldición, fue un hombre que lo dio todo por este club. Fue pasión, fue rebeldía, fue memoria viva.
Y aquí seguimos, esperando ese día en que la Libertadores venga a casa. El día en que, desde donde esté, ‘Garabato’ nos mire con una sonrisa y diga: “Ya era hora, muchachos… ya era hora”.
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